Mirad este vídeo que me ha pasado mi amiga Rosa. Vivo muy cerca de ese puente. Cada vez que cojo la bici o salgo a correr, paso por allí y soy testigo de cómo viven más de un centenar de personas en mi propia ciudad.
Confieso que cada vez siento más vergüenza de mi ciudad. A causa de sus gobernantes, permanece ciega a las tendencias actuales de creación de espacios urbanos más habitables, como el barrio de Vauban, o ajena a iniciativas para construir una movilidad más sostenible, como la de Barcelona, o más recientemente, la de París.
Algo tan básico (y obligado) como construir un centro de acogida capaz de garantizar un mínimo de dignidad a cientos de personas, en lugar de despilfarrar el dinero público en fastos deportivos o religiosos de alcance internacional, sería algo por lo que nadie sentiría vergüenza.
AMPLIACIÓN:
Acabo de leer esta maravillosa historia que ha escrito Luis y todavía estoy conmocionado.
Deja una respuesta