Por qué el futuro no está en las app, sino en la web

Interesante y revelador artículo el de Jason Pontin, redactor jefe y editor de Technology Review. Jason cuenta la desastrosa experiencia que han vivido en el terreno de las app de Apple y Android y explica su reciente cambio de rumbo.

No solo TR sino otros medios (como el Financial Times) han abandonado el modelo de app y se disponen a ofrecer sus ediciones digitales en HTML5, un estándar que permite la personalización del contenido digital para cada dispositivo o pantalla, sin que sea necesario descargar ninguna app, ya sea gratuita o de pago.

Por su interés, he entresacado los párrafos más interesantes:

«…pensaba que algunos lectores querrían una copia bien diseñada de Technology Review en sus aparatos móviles y estaba seguro de que nuestros desarrolladores podrían crear una experiencia móvil mejor dentro de las aplicaciones. Así que creamos aplicaciones gratuitas para iOS y Android; cualquiera podría leer nuestras noticias diarias y ver nuestros vídeos y la gente podría pagar por ver copias digitales de la revista. Lanzamos las plataformas en enero de 2011. Felicitándome por mis cálculos conservadores, presupuesté menos de 125.000 dólares (unos 100.000 euros) en ingresos para el primer año. Eso implicaba vender menos de 5.000 suscripciones y un puñado de ventas de números sueltos. Fácil, me dije.

Como casi todos los editores, me llevé una gran decepción. ¿Qué falló? Todo.

Apple exigía un 30 por ciento de la venta de cada una de las copias adquiridas a través de su tienda iTunes. El margen de beneficio en la venta de copias únicas es de menos del 30 por ciento. Por lo tanto los editores estaban pagando a Apple para sacar los números. Muchos editores respondieron a esto no vendiendo copias únicas de sus revistas. Después, durante el año que siguió al lanzamiento del iPad, Apple no consiguió encontrar una forma satisfactoria para ABC de vender suscripciones a través de iTunes. La entidad auditora requiere que los editores tengan la información “de registro” de sus suscriptores. Cuando Apple por fin resolvió el problema de las suscripciones para iPad en iTunes, volvió a reclamar su parte del 30 por ciento. Desde junio del año pasado Apple permite a los editores registrar las suscripciones en sus propias páginas web (un puñado de editoriales, entre ellas la de Technology Review disfrutaron de ese privilegio un poco antes), pero el mecanismo de funcionamiento no era comparable a la facilidad de uso de iTunes y a la mayoría de los lectores ni se molestaron en aprenderlo. Y aunque Google era más razonable en cuanto a sus exigencias, Android nunca fue una alternativa al iPad: en la actualidad la mayoría de las tabletas que circulan son de Apple.

Además hubo otras dificultades. Resultó que no era tan sencillo adaptar las publicaciones impresas a aplicaciones. Gran parte del problema era la proporción de las tabletas: se pueden usar tanto horizontal como verticalmente, dependiendo de cómo las sujete el usuario. Además, las pantallas de los teléfonos inteligentes eran mucho más pequeñas que las de las tabletas. Muchos editores acabaron produciendo seis versiones diferentes de su producto editorial, algo ridículo: una publicación impresa, una copia digital convencional para navegadores y software patentado, una copia digital para ver horizontalmente en las tabletas, algo que no era exactamente una copia digital para ver verticalmente en tabletas, una especie de apaño para los teléfonos inteligentes y páginas HTML normales para sus páginas web. El desarrollo del software de las aplicaciones resultó ser mucho más difícil de lo previsto por los editores, porque tenían contratados a desarrolladores web que conocían tecnologías como HTML, CSS y JavaScript. Los editores quedaron asombrado al saber que las aplicaciones para iPad eran auténticas aplicaciones, aunque fueran pequeñas, escritas principalmente en un lenguaje llamado Objective C, que nadie en sus departamentos de desarrollo web conocía. Los editores reaccionaron subcontratando el desarrollo de las aplicaciones, algo costoso en términos de tiempo y de dinero y que no entraba dentro del presupuesto inicial.

Pero el verdadero problema de las aplicaciones era más profundo. Cuando la gente lee noticias y reportajes en medios electrónicos, esperan que las historias tengan la enlazabilidad de la Web, pero las historias en sus aplicaciones no tenían enlaces. Las aplicaciones eran, usando la jerga de la tecnología de la información, “jardines cerrados”. Y aunque a veces eran preciosos, eran jardines pequeños y asfixiantes. Para los lectores, esa belleza no superaba la extrañeza y frustración de leer medios digitales aislados de otros medios digitales.

Sin suscriptores o muchos compradores de copias únicas y sin público que vender a los anunciantes, no hubo ingresos para compensar el coste de desarrollo de las aplicaciones. Salvo un par de excepciones, a los editores las aplicaciones les salieron rana. […]

En la actualidad, la mayoría de los propietarios de aparatos móviles leen las noticias y reportajes en las páginas web de los editores, que suelen estar codificadas para adaptarse a pantallas más pequeñas. [..]

La aplicación de pago creada por los editores con grandes esfuerzos, junto con su extravagantemente producida copia digital han muerto.

En este caso la historia reciente del Financial Times es aleccionadora. En junio del año pasado la empresa retiró su aplicación para iPad y para iPhone de la tienda de iTunes y lanzó una nueva versión de su página web, reescrita en HTML5, que optimiza su sitio para el aparato que use el lector y proporciona muchas características y funciones que son como las de una aplicación. Durante algunos meses el FT siguió teniendo la aplicación, pero el 1 de mayo pasado el periódico decidió cargársela del todo.

¿Y Technology Review? Vendimos 353 suscripciones a través del iPad. Nunca descubrimos cómo evitar la necesidad de diseñar versiones tanto horizontales como verticales de la revista para la aplicación.  Malgastamos 124.00 dólares (unos 99.000 euros) en subcontratar desarrollo de software. Nos peleamos entre nosotros y hubo quien dejó la empresa. Hubo un desgaste incalculable de los ánimos. Yo odié cada segundo de nuestro experimento con las aplicaciones porque intentaba imponer algo cerrado, viejo y ligado a la impresión en papel a algo abierto, nuevo y digital.

En otoño del año pasado pasamos todo el contenido de nuestras aplicaciones, incluyendo la revista, a un sencillo lector RSS en un flujo de noticias. Nos deshicimos de la copia digital. Ahora estamos rediseñando Technologyreview.com, donde todo el contenido es gratuito y seguiremos al Financial Times al usar HTML5 para que el lector vea las páginas web optimizadas para cualquier aparato, ya sea un ordenador portátil o de sobremesa, una tableta o un teléfono inteligente. Entonces también nos cargaremos a nuestras aplicaciones.»

Jason Pontin es el redactor jefe y editor de Technology Review.

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